Era su primer día como Inspector de policía y cuando el director general le llamó, no pudo evitar sudar a mares.
Habían desaparecido, aparentemente, por arte de magia, 2500 lingotes de oro de la cámara acorazada del Banco Central. Y el director estaba realmente molesto por las explicaciones que le exigían.
Su subinspector entró en su área, él también había recibido la notificación en su teléfono móvil.
— Vaya manera de estrenarte en el cargo, Jaime. ¿Vamos con tu coche o con el mío?
Jaime y Pedro comenzaron su carrera como Mossos d'escuadra al mismo tiempo, lo que les había unido. Jaime estaba subiendo más rápido que Pedro, porque él decidió entrar en el cuerpo después de estudiar Criminología en la UB. Esto le ayudaba a avanzar.
Jaime era reservado, pero muy leal. Todos sus compañeros, cuando tenían que salir con él a trabajar, sabían que sería fiable y les cubriría. Si podía, ayudaba y cuidaba los detalles con las familias de sus compañeros, aunque no fueran amigos. Pedro era bonachón, y algo despistado, pero muy sagaz e intuitivo.
Los dos eran altos, entrados en la treintena, pulidos y amables; la verdad es que llamaban la atención por su agradable aspecto. Aunque lo que no se veía, su brillante inteligencia era de lo que más satisfechos se sentían los dos.
Llegaron al Banco y encontraron a la científica. Laura, la especialista en huellas y pruebas biológicas, se acercó a ellos.
—¡Menuda entrada triunfal en el cargo que has hecho.! Esto es un marrón del copón. No existe indicio de que hayan forzado nada. No tenemos idea de cómo han sido capaces de transportarlos. Desde luego en los bolsillos es imposible. Hemos pedido las huellas de todos los que trabajan en el banco.
Jaime se tocó el tupé, siempre iba perfectamente peinado con gomina y la barba pulida y recortada.
—¿Ya pediste las grabaciones de las cámaras de seguridad?
Laura le sonrió enseñando su dentadura blanca y perfecta, le gustaba tontear con él.
—Eso esperaba que tu colega —señaló a Pedro— lo hiciera y les tomara declaración.
Pedro carraspeó y sin decir nada se dirigió a los agentes donde estaban tomando declaración a todos los empleados. En la sala de vigilancia había tres empleados que trabajaban en el turno de noche. Los encontró muy compungidos y cabizbajos.
Jaime les observó desde la distancia. Sabía que el cuerpo dice la verdad, y si no escuchas las palabras, muchas veces descubres las verdades antes de que los hechos las confirmen.
Eran tres hombres, dos bastante jóvenes y el tercero ya entrado en años y kilos. A este último se le notaba intranquilo, con miedo. Pedro se acercó a Jaime.
— El más joven, el delgado como un espárrago, se llama Óscar, hace solo tres semanas que entró, es su primer trabajo como vigilante y solo le preocupa si le despedirán. El más mayor, Juan, es un gato viejo que hace años que trabaja en el Banco y, sé que esconde algo, pero no termino de verlo como un ladrón inteligente. El otro es un friki de los videos digitales, trabaja aquí desde hace un año para poder montar su empresa, es un pasota.
— Mira las fichas policiales de los tres y, si no hay nada, habla con Carmen para que mire en redes sociales y también sus cuentas bancarias. Alguien ha gastado mucho dinero en este golpe — ordenó Jaime a Pedro.
Una de las agentes les llamó para que fueran detrás del edificio. A la entrada trasera, donde aparcaban los furgones de la casa de la moneda, y los de seguridad, que recogían y entregaban dinero a las centrales de los bancos. Estaba forzada. Habían hecho un agujero en la cerradura de seguridad y con un pequeño explosivo habían roto el cierre. En el suelo se notaban las ruedas del furgón en el que cargaron el oro, así como unas rodaduras más estrechas desde la cámara hasta la furgoneta.
Llamaron a Laura para que su equipo examinara las muestras de las rodaduras, para ver si podían descifrar el misterio.
La prensa se amontonaba frente al Banco Central; eso era una vergüenza. Por supuesto, les ridiculizaron en la prensa y en las redes sociales, alabando a los inteligentes ladrones. Lo llamaron el “robo del siglo”.
En la comisaría, Jaime hizo un tablero de pruebas al estilo True crime y colocó las fotos de los tres vigilantes con su nombre encima. Juan García, 58 años, vigilante de seguridad experto, Óscar Estadell, 25 años, novato y biólogo. Por último, se dio cuenta de que no tenía apuntado el nombre del tercer vigilante.
— ¿Cómo se llama el experto en videos digitales, el friki?
Pedro examinó sus datos —Es un nombre inusual, ruso, Mark Ivanov.Por eso es tan rubio y prácticamente tan grande y fuerte como tú.
» Ah, ninguno de ellos tiene antecedentes. Están totalmente limpios. Creo que Juan García ha colaborado en prácticamente todas las compañías de servicio de vigilancia, y en todas le han ofrecido buenas referencias.
Jaime sacó la calculadora — apunta en el tablero, Pedro: 2500 lingotes de 1 kg cada uno, 2500 kilos. El precio oficial de venta en las agencias es de 80.598 €, lo que representa 201.495.000 euros.
Al escribir la cifra de lo que ascendía el robo en millones de euros, Laura, que terminaba de entrar en el despacho de Jaime, exclamó — ¡Coño! ¡Qué botín!
Los dos hombres se giraron a mirarla — Sí, un pastón. No se ha podido hacer eso sin un cerebrito detrás y mucho dinero. ¿Qué noticias nos traes?
Laura suspiró acercándose a la mesa de Jaime —Para mover el oro utilizaron una “All Terrain” a control remoto. Vi que al lado de la cámara había una, así que he regresado para comprobar las huellas de las ruedas. Y sí, coincidían. También la directora, por cierto, una mujer muy atractiva, creo que italiana, Lena Nanoni. Me ha comentado algo interesante.
Los dos la miraron atentamente siguiendo el hilo de la información que les facilitaba.
» Hacía ya dos meses que Lena había informado al presidente del Banco en cuanto se detectó el fallo. La alarma se estropeó sin más. Lo dejó para solucionarlo en enero con el nuevo presupuesto de gastos. Todos los empleados, sobre todo el servicio de vigilancia, estaban muy enfadados por eso.
— Gracias, Laura. Vamos, Pedro, tenemos que interrogarla.
Los dos se marcharon rápidamente, y mientras caminaban se fueron poniendo las americanas. No tenían ni un minuto que perder; las pistas se enfrían, pasadas unas horas.
Mientras se marchaban, Laura apuntó los modelos de camión furgón, que podían transportar hasta 3500 kilos de carga total, sumando el peso del conductor y sus ayudantes. Tenía que ser de caja cerrada. Iveco Daily; Renault, Mascot; Nissan-L35 de caja cerrada.
El banco aún estaba con las cintas de la policía y cerrado. Hasta que no estuvieran seguros de no necesitar más pruebas físicas, permanecería así.
Se reunieron con la directora y el responsable de comunicación del Banco, que se encontraba con ella debatiendo la estrategia para calmar los ánimos del ministerio y de la prensa.
Ante las preguntas de Jaime, por el fallo de seguridad, Jorge Mujal, aseguró que había logrado evitar que la avería se filtrara a los medios de comunicación. La esposa Irina Alapin, gerente de una multinacional farmacéutica, le había advertido de que las cámaras del banco no eran lo suficientemente disuasorias para un buen ladrón profesional. Lena Nanoni le entregó los emails enviados al presidente de la junta y sus respuestas, dándole largas a la reparación e insistiendo en hacerla con los nuevos presupuestos, para eso ya pagaban un servicio de vigilancia de 24 horas.
Cuando ya estaban marchándose, Jaime le preguntó a la directora por su ligero acento del este de Europa. Sorprendida por el oído del Inspector.
— Su habilidad para distinguir acentos es notable. Nadie me pregunta, por qué, por mi apellido de casada, todos deducen que debo ser italiana. Pero mi mamá era de Rostov del Don.
Salieron en silencio del lugar sin decir nada más.
Con esa expresión que se le ponía de pícaro a Jaime cuando comprendía lo sucedido, le dijo a Pedro:
—Cuando lleguemos a la comisaría, asegúrate de que no se ve nada en las cámaras internas y en las de la verja que rodea el edificio. Intenta descubrir dónde se encontraban Juan y Óscar, al principio de la noche. Yo miraré la relación de los vigilantes con la dirección y la del jefe de comunicación con ella.
—¿Ya tienes idea de cómo lo hicieron? —le preguntó Pedro.
—Creo que sí.
Al llegar a la comisaría, Jaime solicitó a sus agentes que investigaran cómo eran y dónde se encontraban las casas de la directora y del jefe de comunicación, así como el nombre de soltera de Lena.
Al recibir la información, hizo que fueran a buscarlos a sus domicilios y los llevaran a comisaría. A los tres agentes de vigilancia, la directora, el jefe de comunicación y su esposa.
—Todo el tiempo me preguntaba cómo habían podido hacer desaparecer semejante botín, por las calles ninguna banda habitual sabía nada. Siempre hay alguien que se va de la lengua y, esta operación necesitaba de mentes brillantes y muy poca gente; pero algo más importante. Se requería que fuera llevada a cabo desde el interior.
Juan protestó incómodo — llevo más de treinta años en esta profesión y he tenido una conducta intachable. Aunque, bueno, puedo ser un poco vago a veces, pero jamás un ladrón.
Jaime sonrió — Ya sé, ya sé. Esa noche, como todas, te dejaban dormir en el despacho de la directora unas horas. Óscar, que se aburría, decía que te hacía las rondas y lo que estaba era hablando durante horas con su novio Alex. Hecho que Mark Ivanov estuvo aprovechándose para grabar horas de rondas y salas vacías, para hacer un montaje de video, su especialidad. No, no. No digan nada todavía.
Se movió sobre sí mismo en la sala, les dio unos segundos la espalda y se acercó a Lena Nanoni.
—Su cambio de nombre fue una gran tapadera, ¿verdad, Lena Ivanov? Al ocurrir el fallo de la alarma, Jorge y usted, instigados por Irina Alapin, su mejor amiga, tuvieron la oportunidad de realizar el golpe de sus vidas.
Los tres protestaron, se revolvieron en la silla, pero Irina en tono petulante fue la única que desafío al Inspector.
—Todo lo que nos ha contado es un buen True Crime, pero en la vida real se necesitan pruebas.
Jaime miró a Laura y a unos agentes que llegaban; ella le dijo que sí, con un gesto de la cabeza.
—Ya las tengo. Fue inteligente el truco de las cámaras, la falsa apertura de la entrada de carga. Utilizaron el All terrain del propio banco para mover los pesados lingotes. No tuvieron en cuenta las cámaras de tráfico del entorno, así descubrimos el pequeño camión con caja desenganchable que utilizasteis.
—Todo es circunstancial, una hipótesis. — Protestó Lena
—No, mis agentes han registrado vuestras casas y, han hallado en el garaje de Jorge la caja de la furgoneta, aun con los lingotes en su interior.El material necesario para elaborar los videos que engañaron a las cámaras en tu hogar, Lena. Por favor, agentes, ¿quieren proceder y, detener? A Jorge Mujal, Irina Alapin, Lena Nanoni y Mark Ivanov.
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